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La obra de Juan Barjola (Torre de Miguel Sesmero, Badajoz, 1919 – Madrid, 2004) es una de las más singulares del arte del siglo XX español. Con una evolución que abarcó diferentes estilos y tendencias pictóricas, la faceta más conocida de su pintura es quizá la que tiene que ver con el sentimiento desgarrado y la pincelada expresiva de las últimas décadas de su carrera. En Institut Valencia d’Art Modern (IVAM) acoge la primera retrospectiva dedicada al artista que se realiza después de su muerte, acaecida en 2004.

Para la ocasión, el IVAM ha contado con la colaboración del Museo Barjola de Gijón y, bajo la supervisión del comisario Felipe Garín, ha reunido 106 obras, de las que 97 son óleos sobre lienzo y 9 son dibujos. Con todas ellas, se establece una amplia panorámica de la pintura del artista, repasando las deferentes etapas de su trabajo. La selección de piezas permite también determinar algunos de los hilos conductores y varias de las recurrencias que se dan en su producción.

La búsqueda de la expresividad ha sido una constante a lo largo de toda su obra. Sin embrago, desde sus primeras pinturas de figuras y paisajes hasta las últimas manifestaciones del pintor, se observa una pronunciada evolución de carácter expresionista. La Guerra Civil marcó de forma significativa a Barjola, y los trágicos sucesos que le tocó vivir influyeron en su manera de enfrentarse al lienzo. Años más tarde se instalaría en Madrid, en cuya Academia de Bellas Artes de San Fernando ingresaría como alumno libre, frecuentando también la Escuela de Artes y Oficios de la calle de la Palma, así como el Museo del Prado. Fue en 1950 cuando comienza a dedicarse plenamente a la pintura, el mismo año que se le otorgó la Medalla de Dibujo en la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid. En ese tiempo, la búsqueda de la abstracción unida a una pincelada cada vez más expresionista y violenta marcan la posterior dimensión de la obra de Barjola.

A partir de la década de los setenta, la estructura del cuadro, la importancia que adquieren el color- cada vez más rico y más plano-; el grafismo y los planos -que en ocasiones llegan a descomponer el cuadro, desdoblando las imágenes, e incluso poniéndolo patas arriba, caracterizan la obra madura de este creador. Él lejos de acomodarse en la fácil tarea de repetirse, una vez alcanzado el éxito, apostó siempre por reinventarse, modernizándose sin eliminar nunca de su obra el peso de la tradición que lo acompañó en toda su trayectoria.

Comisario: Felipe Garín

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La pintura dinámica
Juan Barjola
Kurator: Felipe Garin